Seguía preguntándose cómo podía ser posible que en una casa
tan pequeña pudieran caber tantas anécdotas e incluso existir un lugar tan
apreciado que llegara a ser su favorito.
Se aproximó a la ventana silenciosamente con un libro de
Joaquín Sabina, un Ipod en el bolsillo trasero de sus jeans y
comenzó a tararear la melodía de un anuncio de televisión del cual no conseguía
recordar qué demonios era lo que intentaban vender. Suspiró ásperamente y se
sentó en el hueco que dejaba la ventana una vez abierta; seguidamente sacó el
reproductor de música y le dio al play sin ni si quiera pararse a contemplar el
título de la canción que estaba a punto de escuchar.
Estaba lloviendo, pero ni una sola gota de lluvia callejeaba
por su fina y sedosa piel; el cielo estaba despejado de tal manera que podrían
distinguirse todas y cada una de las estrellas que embellecían el firmamento.
No, claramente no llovía, al menos no literalmente, no en aquel lugar pero sí
dentro de ella. Se estaba ahogando y se negaba a oponer resistencia. <<Vaya, el tiempo no acompaña a mi estado de ánimo esta noche>> pensó
mientras ‘’Chasing cars’’ se abría paso a través de sus auriculares.
Se limitaba a mirar al cielo e imaginar que el conjunto de aquellos
astros era un lienzo que mostraba el rastro de lunares del dorso de alguna
fémina, meditaba si algún enamorado lo había pintado queriendo crear un
recuerdo eterno de su amada. <<Tonterías>> supuso.
Lucía perdida y triste pero hermosa, tenía unas ojeras difíciles
de ignorar que escondían un cúmulo de sensaciones vacías acompañadas de una
mirada que pedía auxilio y para colmo había bajado de peso, incluso sus clavículas
podían apreciarse perfectamente aunque la iluminación fuera casi nula. Se veía
realmente frágil, más de lo habitual, parecía que cualquier roce la haría
añicos y sin embargo seguía allí plantada.
Después de varias canciones comenzó a sonar ‘’Let it rain’’
y por segunda vez en todo el día el aparato eligió una de sus canciones
favoritas. <<Forecast to be grey again, feels as it never ends>>,
aquella frase se clavó como un puñal helado, su subconsciente definitivamente
no iba a dejarla descansar nunca.
Su mente no paraba de escupir mustios y podridos
pensamientos: No te ahogas por caerte al agua, te ahogas por permanecer allí.
Y ella se apagó, sentía como un gran vacío le comprimía el
pecho, tocó fondo y con ello sentenció a su persona: decidió que no quería tener
nada que ver con la vida.
Desde aquel día nadie volvió a verla, ¿pero qué importancia
tenía?, nadie nunca antes la había visto.