20 de octubre de 2013

El dolor nos mantiene vivos.

Tristeza. Creo que es una palabra que nunca había dado tanto de sí. O sí. Amor. La una lleva a la otra como si estuvieran eternamente atadas. Realmente preocupante, ¿no?, sí, la manera en la que el tiempo se encarga de demostrarte que esto es realmente así, que por mucho que lo intentes siempre hay un final amargo.
A todo esto se le une la palabra soledad.
Y qué bien nos hace a veces estar solos para darnos cuenta de muchas cosas que eran invisibles para nosotros hace tan solo unos simples días. En estos días te das cuenta de por qué estás solo, de por qué no debes volver o por qué deberías de volver a confiar. Te das cuenta de por qué cuando estás solo lo único que quieres es alguien a tu lado y viceversa. Y en realidad es bastante simple: cuando pasas un tiempo solo quieres a alguien que te apoye, que esté ahí en las duras y las maduras, alguien que te haga sentir algo, pero cuando estás con ese alguien te das cuenta de por qué pasaste tanto tiempo aislado de todo: las decepciones y las peleas nunca se llevan demasiado bien.
Y vuelves al principio, otra vez, como si tuvieras alguna esperanza de que fuera distinto, piensas que esta vez 'es diferente' y te das la hostia contra el suelo.
La explicación más razonable que le veo es que nos gusta sufrir, porque a veces el dolor es lo único que nos mantiene vivos, lo que nos hace seguir porque a pesar de todo seguimos sintiendo algo aunque con ello nos destruyamos por dentro. El dolor es lo que hace que todo sea tan real, si podemos sentir dolor algún día podremos sentir felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario